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Triatlón de Zarautz 2025

Trikatlón Tres Cantos
20 de junio de 2025

No añado ni quito una coma al pedazo de crónica de nuestro compañero Nacho González. Disfrutadla!

Parte 1: Los previos

Para mi, esta aventura comienza como lo hacen muchos de los mejores planes, casi sin querer...

Estaba el verano pasado sofocando el agónico calor del mes de julio en la piscina de casa, tras haber rodado un rato con la bici cuando, sin ser consciente de lo que vendría, se mete conmigo en el agua mi vecino, amigo y compañero de Trikatlón Jose María Merencio y me suelta el primer misil como quien no quiere la cosa: “Estoy pensando apuntarme al triatlón de Zarautz, que me han dicho que está muy guapo. te vienes??”. Nunca había pasado hasta ahora de la distancia olímpica y el solo hecho de pensar en estas distancias ya me parecía una temeridad, pero es cuando me empieza a relatar los detalles se me escapó un: “¡¡¡No estoy para eso ni de broma!!!”. “¿¿2,9 Km nadando, 80 con la bici y 20 corriendo??, ¡¡¡Eso es una barbaridad!!!” y por si fuera poco me empieza a hablar del muro de San Blas, un rampón del 20% en medio del segmento de bici. “Eso no lo subo yo ni de broma, le dije”...

La cosa se quedó ahí, hasta que algo más adelante, un viernes 8 de noviembre de 2024 a media mañana aparece en la pantalla del móvil un mensaje de whatsapp denuestro Comunity Manager favorito Nico diciendo “Hoy se abren las preinscripciones de Zarautz”. Empieza un aluvión de mensajes de compañeros animados a apuntarse, otros diciendo que adelante, otros diciendo que si toca el sorteo no hay excusas, algunas reflexiones del tipo “Tendría que empezar a correr”, “A mi me preocupa más nadar”, algún “Si lo hice yo es que es facil” (Palabras que sonaban poco creíbles en boca de quien lo dijo...). Finalmente se queda en que el lunes a las 9, todos los que se animen nos apuntemos juntos para que si toca el sorteo podamos ir bastantes del club.

Llega el lunes y poco antes de las 9:00 ya tenemos el mensaje de Meren recordándonos que se acercaba la hora, sin duda es el que más ilusión tiene por enfrentarse a este reto, cosa que manifestaría algo más tarde, poco después de las 9 cuando nos indica el número que le habían asignado para el sorteo y suelta un “Me hace más ilusión esto que la lotería de navidad”. Empiezan a aparecer mensajes con números de sorteo en el grupo y digo: “Que narices, ¡¡¡sujetame el cubata!!!” y en un evidente momento de enajenación mental transitoria me inscribo en el sorteo. 8 inconscientes sumábamos hasta el momento (y alguno más que se apuntó en las sombras).

Unos días después nos informa de nuevo Nico (uno más en aquel grupo de insensatos) que esa noche era el sorteo, 2400 inscritos y 650 plazas. Empiezan las cábalas y los cálculos probabilísticos hasta que un poco después a las 21:01 Nico comenta: “Pues… parece que nos vamos a Zarautz”, comienzan de nuevo los miedos, las inseguridades, los “yo nunca he hecho estas distancias”, “casi prefería que no nos hubiera tocado”, etc… pero ya no hay vuelta atrás, “¡¡¡toca ponerse las pilas!!!” manifiesto.

Pablo Fernandez, nuestro guía y estratega, trazó el plan de batalla. Tras el paréntesis navideño, nos aguardaba un régimen de entrenamiento implacable, diseñado para forjar acero donde antes solo había voluntad, enviando entrenamientos más específicos para la larga distancia y aquí, el primer escollo, por motivos laborales 2 meses de viajes continuos me hacen perder entrenamientos y tener que adaptar otros, dificultando coger desde el principio el ritmo que requiere preparar una prueba de esta magnitud. Salvado esto si consigo mantener bastante continuidad y todo va tomando forma, las sensaciones mejoran, los ritmos van llegando, parece que la constancia va dando frutos. Sesiones de fisioterapia habituales en las manos de mi gran amigo y mantenedor oficial Antoñito (AGG Fisioterapia) para evitar sobrecargas y problemas derivados de la intensidad de los entrenamientos se hacen cada vez más necesarias.

Cuando empezaba a verme fuerte, incluso mejor de lo esperado, la mala fortuna vuelve a cruzarse en mi camino y a poco más de un mes de la competición aparece una lesión (Quiste de Baker), cuyo diagnóstico además no es claro en los primeros momentos y que me hunde completamente la moral. Pienso que después de tanto esfuerzo probablemente mis esperanzas de poder competir esta prueba se esfumaban de golpe. Es en este punto cuando el calor de los compañeros, transmitiendo todo su apoyo, empieza a hacer de tirita (que importante es el equipo y en este caso tengo la suerte de formar parte del mejor, Trikatlón) y junto al apoyo incondicional de mi fisio de confianza (Antoñito) que se vuelca conmigo desde el minuto, uno empiezo a poner todo de mi parte para poder salvar un nuevo escalón, grande, muy grande. “Si hacemos las cosas MUY bien, llegamos a la prueba” me dijo. Palabras que se quedaron tatuadas en mi mente y que sembraron en mí una esperanza y una motivación nueva. ¡¡¡Hay que poner toda la carne en el asador!!! (Esto es algo que a nuestro ilustre compañero Nano se le da muy bien, pero de esto ya hablaremos en otro momento…).

Avanzan los días, que pronto se convierten en semanas completamente parado, sin poder hacer ejercicio, fechas muy duras para mi mentalmente. Gracias a estar haciendo caso a pies juntillas a las recomendaciones de los profesionales y ser muy disciplinado con los ejercicios que me manda el fisio, pronto puedo comenzar a nadar de nuevo, mal, sin mover las piernas, sin empujar en pared, viendo como todo el entrenamiento previo se había ido al garete, pero lo importante era arrancar. Comienzo también poco a poco a hacer bici muy suave en rodillo, sin forzar ni medio pelo más de la cuenta, no podía permitirme ni medio error más si quería tener opciones de llegar ya no a hacer buena marca, simplemente a participar… La situación mejora, Antoñito se sorprende de la evolución de la lesión, “estás haciéndolo bien y se nota” me dice, a lo que no pude evitar responderle: “A la carrera no se si llegaré, pero para el verano se me va a poner un culito con tanta sentadilla…” (Opinión subjetiva sin ningún tipo de criterio médico ni científico que no debe ser tenida en cuenta).

A falta de 2 semanas puedo empezar a trotar, las sensaciones son buenas, voy metiendo algo de ritmo, ¡¡¡el cuerpo responde!!! En la bici no me encuentro mal, en el agua, aunque se nota el parón tampoco tengo malas sensaciones, se empieza a vislumbrar el horizonte y decido tirar para adelante, “¡¡¡vamos a intentarlo!!!”.

Estaba muy acojonado con la subida del muro de San Blas, nunca me había enfrentado a una pendiente de esa magnitud y un amigo (Compañero habitual de batallas) me dijo que intentara meterle una piñonera más grande, hice algunas investigaciones, compramos varios componentes (hasta un cambio de montaña), jugamos un poco a los mecánicos pero no fue bien el experimento, no pude conseguir que el pequeño Frankenstein viviera, así que nada, toca sufrir con mi 12/30

Durante los días previos a la competición, nos vamos desplazando, bien cargaditos de nervios, los 6 valientes que conseguimos llegar hasta la fecha sin darnos de baja echando mucho de menos a los que por diversos motivos finalmente no pudieron acompañarnos. Nos organizamos para recoger dorsales y bolsas de corredor, firmamos en el muro que la organización dispuso en la Expo con todos los números de dorsal para tal fin, descubrimos que la organización había vuelto a tener a bien dotarnos de una botella de sidra dentro de la mochila de la que el año anterior bien presumió nuestro compañero Rober Sanchez, aunque esta vez no había queso para acompañarla, su lugar lo ocupaban esta vez unos palitos de cangrejo, opción quizás menos apetecible para la celebración posterior, pero a este punto…. aún no habíamos llegado.


Mientras estábamos recogiendo los dorsales (Todos menos Chema que llegaba más tarde y Meren que había pasado ya antes a por el) empezó a caer una tremenda granizada que nos puso a todos los pelos como escarpias, solo imaginar que nos pudiera caer una así durante la competición resultaba aterrador, al igual que el oleaje que previamente todos habíamos ido a revisar tentados por la curiosidad de saber qué pinta tenía el segmento de natación. Acordamos la hora y el lugar en el que nos encontraríamos al día siguiente, charlamos un poco más esperando a que cesara un poco la tormenta y nos fuimos todos a cargarnos de hidratos en la cena y a tratar de descansar, cosa que como norma general no conseguimos, o al menos no tan bién como nos hubiera gustado.

CAPITULO 2: La Competición

Por fin llegó el grán día, el acontecimiento para el que llevábamos meses preparándonos y tras desayunar comprobamos atónitos que las negociaciones que nuestro camarada José Sierra había mantenido con el Ilustrísimo señor alcalde para que dispusiera un clima favorable para la prueba (O al menos en nuestros chascarrillos previos así debía ser) habían resultado infructuosas. Amanecía lloviendo y así seguiría todo el día sin darnos ni un solo minuto de tregua durante la prueba, situación que nos preocupaba especialmente para el segmento de ciclismo y que precisamente sería causa de un par de disgustos a los que ya llegaremos.

Más o menos como lo habíamos planificado nos vamos encontrando en torno a las 11:30 en los boxes para dejar el material en la zona de transición, último repaso para ver que tuviéramos todo, viendo la mejor forma de preparar el material, buscando alguna que otra bolsa para intentar mantener todo seco hasta el momento de usarlo y para fuera. Había que terminar de vestirse, dejar las bolsas en el guardarropa y coger los autobuses que nos llevarían a la playa de Getaria, lugar desde el que arrancaba la prueba. Fuimos cogiendo autobuses según íbamos estando listos, equipados con todo lo necesario para el segmento de natación, chucherías varias, vaselina abundante, aunque en mi caso a la postre resultó ser insuficiente como atestiguan las quemaduras de mi cuello producidas por la fricción del neopreno, refunfuñamos un poco porque el autobús nos dejó más lejos de lo que esperábamos y nos tocó caminar descalzos un tramo, nos reagrupamos y nos dispusimos para iniciar la prueba. Este fué casi el único momento en el que estuvimos todos juntos, pero ya no teníamos móviles para hacernos una foto, así que tuvimos que prescindir de tan valioso testimonio. Allí estábamos por orden de mayor a menor dorsal Carlos Villanueva, José Sierra, Antonio Reche, Chema Nogues, José María Merencio y un humilde servidor (Nacho González).

Quisimos entrar al agua para ir cogiendo sensaciones, terminar de ajustar el neopreno y en ese momento escuchamos una voz que decía “¡¡¡En dos minutos todos fuera!!!”, así que esta operación fué un visto y no visto. Nos colocamos en la cámara de llamadas, todos comentamos nuestra intención de salir tranquilos para guardar fuerzas, aunque a algunos esto nos sonaba como cuando se sale a rodar tranquilo… ejem, ejem… Suena el bocinazo y ¡¡¡al agua patos!!!


Intentamos seguir el consejo que Carlos Villanueva nos dió en los instantes previos de salir por la derecha y mantenernos todos más o menos agrupados esperando poder rascarle las plantas de los pies a Reche que a priori pensamos sería el más rápido en el agua. Me atrevería a asegurar que así fue, al menos en los primeros metros, pero a partir de cierto momento nos fuimos separando o eso parecía, ya que al salir del agua coincidimos todos en la T1. En mi caso salí del agua junto a Chema, quien me dijo que íbamos muy bien de tiempo y así era, estábamos en T1 en menos de 50 minutos. Nos regocijamos todos juntos en los boxes durante la primera transición por lo bien que íbamos y lo corta que se nos había hecho contra todo pronóstico la natación y a continuar sin confiarnos, que hasta el rabo todo es toro.

La salida con la bici era un poco tortuosa, ya que aparte de las habituales idas y venidas, teníamos que cruzar un paso subterráneo que nos llevaba al otro lado de la avenida por la que luego circulariamos, subir una rampa peatonal haciendo una “U”, llegar al paso de peatones, avanzar unos pocos metros para tomar la avenida y ahí ya si, subirnos a la bici. En este punto me arrepentí de la decisión de usar las zapatillas de bici y no las del triatlón y tener que correr con las calas sacrificando unos segundos para ir más cómodo durante este segmento, ya que las transiciones para subir y bajar de la bici se me hicieron demasiado largas para correr con las calas (e irónicamente también calado por la lluvia).

El segmento de la bici arranca con la subida a Meaga, subida que repetiríamos hasta en 3 ocasiones en esta parte de la prueba. Ritmo contenido en todo momento para seguir guardando fuerzas, sabiendo que podría ir más rápido, pero manteniendo en todo momento los objetivos que me había marcado en la cabeza, “dos puntos por debajo Nacho, que eres novato en esta distancia y vienes de una lesión” me repetí en varias ocasiones. Todo el bucle por el resto del recorrido resultó bastante rápido, especialmente para las cabras, que si bien penaban algo más en las subidas, avanzaban como aviones en las bajadas y los llanos. Aparentemente íbamos manteniendo todo el rato la misma distancia entre todos los miembros de Trikatlón, lo que me hacía permanecer optimista en cuanto a que estaba haciendo un buen trabajo, manteniendo un buen equilibrio entre ritmo y desgaste físico. En este punto llega uno de los disgustos, nuestro compañero y presidente Reche, a sabiendas de que no podría correr, decide abandonar en este punto y dejar sufrir bajo la lluvia para no gastarse innecesariamente (cual pastilla efervescente) subiendo de nuevo Mega y ahorrando así la parte más dura.

Fue tras la segunda subida a Meaga cuando la cosa se iba a poner fea, se acercaba la hora de subir el temido “Muro de San Blas”. Punto del recorrido que Jose Sierra, AKA “Papá José” por méritos propios (Siempre cuida de todo el grupo como un padre), se había ocupado de describirnos con todo lujo de detalles la tarde anterior, recomendandonos incluso que hubiéramos subido, aunque fuera en coche y no en bici como solo los grandes como el hacen el día de antes de una carrera, para saber a lo que nos íbamos a enfrentar. Finalmente entre el tiempo y el clima ninguno lo hicimos, pero al menos yo, mientras iba subiendo, iba recordando todas y cada una de las palabra de aquella conversación, especialmente lo de guardar y no volvernos locos con las rampas previas, que aunque exigentes no serían nada comparadas con la “sorpresa” que venía más adelante. Primer rampón superado, segundo rampón superado (ya habíamos visto por aquellos entonces hasta un 20% de inclinación) y cuando estoy subiendo el tercero escucho a otro competidor decirme “¡¡Vas sobrado cabrón!! ¡¡Que subes sentado y todo!!” cosa que me pareció graciosa y alentadora a partes iguales, aunque la procesión siempre va por dentro… Terminamos la tercera rampa importante y llegamos a un descanso en el que se empiezan a escuchar comentarios de “ya ha pasado”, “no era para tanto”, “está hecho” y no puedo en ese momento reprimir la tentación, recordando lo que José nos había contado, de decirles “ha pasado lo malo amigos, ahora solo queda lo peor…” jejeje. Es entonces cuando ves aparece una pared, que te pone a rezar para que no sea ese el camino… pero si, es ese, por donde ves un cartel que pone textualmente “El infierno está aquí”. Ante mis ojos, se alzaba el Muro de San Blas, una cicatriz en la tierra, una invitación al suplicio. El asfalto se empinaba desafiante, negando cualquier concesión a la fatiga. Era el portal del infierno como bien decía ese cartel, donde cada pedalada era un acto de fe, un desafío a las leyes de la física. Empieza un ascenso que se hace eterno con algún punto en el que puedo ver hasta un 28% de inclinación en el GPS y en el que experimento sensaciones que no había tenido hasta ese momento. Imposible ponerme de pie si no quería derrapar, solo quedaba apretar los dientes y mantener una pedalada constante para no parar, muy consciente de que cualquier descuido te hacía poner pie a tierra y tener que subir andando como hacía mucha gente, incluso descalza para no resbalar en la empinada cuesta. Hubo que esquivar a gente que subía empujando la bici, que se paraba delante, zonas de carretera rotas… Recuerdo un hombre que nos decía “Por la derecha, que aquí está roto” y yo solo podía pensar “Bastante hago para llevar la bici hacia arriba como para controlar también ir hacia los lados…” y es que de la pendiente que había la rueda de delante se levantaba un poco y debido al agua patinaba, lo que convertía el ascenso en una tarea harto complicada. El contrapunto a todo este esfuerzo sin duda lo ponía el público que estaba absolutamente volcado y te hacían sentir como si estuvieras liderando la vuelta ciclista, sin duda uno de los grandes alicientes de esta prueba es precisamente este, la increíble animación que tiene.

Superado el muro de San Blas el resto del recorrido ya nos parecería “pan comido” en comparación. No debió pensar lo mismo nuestro compañero José Sierra que tuvo la mala suerte de sufrir una caída aunque por suerte sin consecuencias graves, que si bien le limitaría posteriormente, no fue suficiente para derrotar a un triatleta de tal categoría. Este fué el mayor disgusto de la jornada, pero no el último para nuestro amigo que al finalizar la prueba pasaría también un mal rato.

Terminada la bici llegamos de nuevo a la enrevesada T2 en la que teníamos que deshacer el recorrido de la salida y añadir el pasillo de compensación por debajo de unos soportales. Posteriormente Merencio nos comentó que se había pasado la línea de detención y si no es porque una mujer le dio el alto se había ido ya con la bici a cenar a Orio… Finalmente se bajó y corrió con una zapatilla en la bici y la otra en la mano hasta los boxes. Cada uno como quiere o como puede…


Me tomo mi tiempo para hacer las cosas bien y asegurarme de llevar los geles para la carrera a pie y al lio de nuevo. Comienzan 3 vueltas a un circuito de algo más de 6 Kms en el que de nuevo destaca el fervor con el que te anima el público, gente habitual en muchas carreras poniendo música para animar, unos voluntarios volcados, avituallamientos con mucha gente preparada para que no pases de largo sin tener lo que necesites y un circuito curioso que cruza Zarautz, un tramo de bosque, pasarela de madera peinando el campo de golf y el malecón, sin pasar por alto el restaurante de Karlos Arguiñano donde alguno hubiéramos hecho un alto en el camino sin dudarlo recordando aquello de “Rico, rico y con fundamento” (En realidad el fundamento siempre lo conocimos los mortales como perejil…).

Según avanzaban las vueltas nos iban dando unas pulseras para contar las vueltas, cada una de un color, que se convirtieron en un objeto de envidia cuando veías a tu lado a algún corredor con más pulseras que tú, pero había que mantener la mente fría, tanto por esto como para no emocionarte en exceso con los ánimos del público que te transportaban sin darte cuenta a ritmos más rápidos que los que sabías que debías mantener. Finalmente completé las tres vueltas y ya solo quedaba llegar a la plaza donde estaba el arco de meta. Nuevo chute de energía para poner un último puntito de ritmo y entrar fuerte en meta celebrando con lágrimas en los ojos el triunfo que acababa de cosechar y olvidando por un momento el dolor y la fatiga acumulados. ¡Lo había logrado! Había conquistado Zarautz y doblegado a aquel gigante que era el Muro de San Blas.

Medalla al cuello tocaba recuperar fuerzas, primero en la carpa y posteriormente en una copiosa cena de la que pudimos disfrutar algunos de los integrantes del equipo y nuestras familias.

CAPITULO 3: Conclusiones

Si, tras haber recorrido estas líneas, aún os permanece viva en vosotros la llama de la curiosidad, permitidme ofreceros un consejo: atreveos a desafiar vuestros límites en esta prueba legendaria de grán belleza aunque alta exigencia. Zarautz os aguarda con sus desafíos y recompensas, lista para forjar vuestro espíritu y grabar vuestro nombre en su historia. Sin duda es la prueba en la que más entregado está el público de todas las que he tenido el placer de participar, lo que la dota de un ambiente extraordinario que me recordaba a la maratón de Madrid cuando bajabas por la calle Preciados y cruzabas la Puerta del Sol donde la afición “te lleva”.

El Triatlón de Zarautz no ha supuesto para mi solo una prueba deportiva más; ha sido un rito de paso, una confrontación con los propios miedos y limitaciones, la demostración de que, con determinación y el apoyo de nuestros compañeros, es posible cruzar metas que parecían inalcanzables y en tiempos que no hubiera imaginado ni en el mejor de mis sueños. Aunque el dolor se desvanezca y la fatiga se olvide, el recuerdo de esta gesta perdurará en mi memoria como un faro de inspiración, guiándome en la búsqueda de nuevos horizontes deportivos junto a mis compañeros de Trikatlón.

No puedo despedir esta crónica sin agradecer a todos los que habéis contribuido de una u otra manera para hacer esto posible. Pablo, “El Mister” por adaptarnos los entrenamientos y aconsejarme siempre como hacer las cosas, a Meren por liarme aquella mañana de piscina para esta pequeña locura, a mis compañeros del mediodía por compartir tantas horas de entrenamiento, a todos los que me habéis dado ánimos durante la lesión, a todos nuestros patrocinadores, a mi fisio Antoñito por tenerme siempre a punto y por su inestimable ayuda para recuperar la lesión y poder llegar a la competición y por supuesto a mi familia que siempre está ahí apoyándome y sufriendo a partes iguales.

P.D.: Me confieso responsable y pido disculpas por todos los errores, inexactitudes, exageraciones u omisiones cometidas durante la redacción de esta crónica de lo que (más o menos) aconteció el 14 de Junio de 2025 en Zarautz y toda la fase previa. Las celebraciones posteriores no os las cuento para no daros envidia y porque eso queda como premio para los que allí estuvimos.









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